viernes, 28 de marzo de 2014

Morning Glories – Por un Futuro mejor - La Columna de Logan.


Las clases en muchos de los colegios primarios y secundarios de gran parte del país siguen sin comenzar, y si bien el gobierno intenta desviar la atención sobre ese conflicto que sigue sin resolverse anunciando reasignación de subsidios para el gas y el agua, acá en Tierra Freak no nos comemos la zanahoria (nos morfamos otras cosas, pero la zanahoria por supuesto que no) y estamos siempre pendientes de la actualidad, y es así como hoy, entonces, toca cebar un poco a los lectores con un comic de la factoría Image que hizo poco ruido pero que vale la pena ser consumido: Morning Glories. Así que agarrá tu mochila, ponete el uniforme, ajusta el nudo de la corbata y salí corriendo a parar el bondi porque volvemos a la secundaria, campeón.


Esa editorial donde todos aprietan los dientes

Claro que sí, amigo, ese era el perfil que tenía Image allá por los ’90 cuando fue creada. La editorial manejada por dibujantes, esas super-estrellas altamente cotizadas que huyeron del jugo de Marvel para hacer sus propios negocios y mantener los derechos sobre sus creaciones. Pero entre el ’92 y el presente año pasaron más de dos décadas donde sucedieron millón y medio de cosas en el mercado, que de una u otra manera terminaron afectando a Image, la cual de un tiempo hasta acá cambió rotundamente su perfil y descolló –y sorprendió- con apuestas a autores y comics, cuanto mínimo, peculiares, que terminaron teniendo peso propio y sobresaliendo incluso fuera del medio. Sin lugar a dudas lo más relevante en este aspecto fueron las obras del archi-famoso y conocido Robertito Kirkman, The Walking Dead e Invincible, pero también retrotrayéndonos en los orígenes de la editorial estuvo el Astro City de Busiek, y más cercano en el tiempo está el Gødland de Joe Casey y Tom Scioli, el Saga de Brian K. Vaughan y Fiona Staples, el Jupiter's Legacy de Mark Millar y Frank Quitely del cual ya nos hemos explayado aquí, y el comic que reseño hoy: Morning Glories, una academia poco convencional que tiene su propia agenda para el destino de este planeta.

Dime que miras y te diré que escribes

Comencé a consumir esta serie confiando ciegamente en la recomendación de un gran amigo, y cuando ya estaba cebado después de haber leído docena y media de números, el primer mensaje que le mando a mi camarada es “¡Boludo: es igual a Lost!”. Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que los autores no solo son fans de dicha serie de t.v. sino que, además, un poco promocionan la misma con ese mote: Lost en comic. Pero hablemos un poco de ellos antes de meternos en la trama: Nick Spencer es el guionista e ideólogo de esta pequeña joya, y aquellos que lo tienen lo sacan por sus colaboraciones con la Casa de las Ideas, y sobre todo con su contribución para la expansión del universo de Spidey, más que nada desde que se hizo cargo de The Superior Foes of Spider-Man en julio del año pasado, pero que también ha escrito números y arcos para los Avengers, Iron Man y para el universo Ultimate. En D.C. hizo poco y nada, 3 numeritos para Action Comics, uno para Supergirl y los volúmenes Uno y Dos de T.H.U.N.D.E.R. Agents. Lo cierto es que las series en donde mejor se desenvuelve son las creator-owned’s, aquellas que tienen una trama y personajes completamente diseñados y desarrollados por él, aunque la Thief of Thieves que escribió en colaboración con Kirkman también fue un golazo. Dentro de esta línea, su próximo lanzamiento, también bajo el sello Image, se va a llamar Paradigms, y formará parte de una nueva avanzada de esta editorial para seguir explotando la fantasía y la ciencia ficción, una apuesta que casi nunca viene acompañada de excelentes ventas pero que suele dar buenos frutos en cuanto al contenido de los productos lanzados. El dibujante que acompaña a Spencer en esta aventura es Joe Eisma, un ignoto ilustrador yanquie que está más cerca del Hiroya Oku de Gantz que de la delicada narrativa y el precioso sentido de la estética que tiene el director Akira Kurosawa a quien tanto admira, ¿no?

Back To School (mini maggit)

Centrándonos ya en el comic en sí… ¿De qué carajo va y porqué amerita que lo lea, maestro? Bueh, tranqui, aquí vamos. Un grupo de seis adolescentes -Casey, Hunter, Ike, Zoe, Jun y Jade- que responden a varios estereotipos clásicos de la cultura yanquie reciben una invitación para continuar sus estudios en un prestigioso colegio llamado Morning Glory Academy. No sabemos nada de ellos, ni tampoco porque han sido seleccionados, y a medida que avanza la trama en el primer número descubrimos que probablemente lo único que tengan en común es que nacieron todos el mismo día. Spencer nos comienza a mostrar, entonces, que ingresar en esta academia tiene sus consecuencias, de las cuales la más evidente es que una vez dentro, si te hacés el rebelde salís en una bolsa negra preparada para los cadáveres. Este grupito comienza a entender, muy pronto, que fueron convocados para ser sometidos a pruebas que los van a preparar para algo que desconocen pero que tiene una importancia que trasciende las paredes del instituto, y que probablemente cambie el destino de la humanidad. Teniendo en cuenta que son prisioneros y que no compatibilizan con las técnicas educativas que imparten sus estrictos profesores –sobre todo Miss Daramount y Mister Gribbs-, intentan hacer a un lado sus diferencias y comienzan a planificar una huída, la cual tendrá nefastas consecuencias.

Hasta acá, nada del otro mundo. Morning Glories es un comic que avanza de forma lenta (pero no pausada), pero que con pocos elementos logra capturar la atención del más dormido. Recurre a un ardid argumental que cuando es explotado de forma inteligente y creativa es irresistible: ir avanzando sobre un misterio que a priori parece esconder algo mucho más grande de lo que el lector imaginaba al principio, y valerse de todos los recursos posibles para ir armando un gigantesco rompecabezas que incluye el pasado –a través de, como no, flashbacks de los alumnos pero también de algunos profesores y de personajes secundarios que se incorporan a la trama en futuros números-, el presente y, muchas veces, escenas de un posible futuro. Si a eso le agregamos el necesario componente espiritual-religioso y una sobrada dosis de elementos sobrenaturales y ciencia futurista, tenemos un combo explosivo tan seductor como adictivo. La habilidad de Spencer radica en dosificar la información sin traicionar el avance de la trama, y dotar a cada número de la suficiente adrenalina como para engañarnos muchas veces haciéndonos creer que hemos avanzado mucho en la resolución del misterio cuando en realidad solo fuimos testigos de algunas escenas durísimas y excitantes. Y de todos modos luego del primer año de publicación –los 12 primeros números- podemos estar más que seguros de que no se nos va a traicionar: las casualidades aquí no existen, todo tienen un motivo, y los mismos van a ser debidamente expuestos y revelados. Solo hay que tener paciencia.

Sin embargo, más allá de que a muchos este tipo de narración más la elección de personajes pueda hacerles rememorar la fabulosa Runaways del genio-y-figura Brian k. Vaughan, el manejo de los diálogos y la construcción de personajes está lejos del nivel al que nuestro oriundo de Cleveland nos tiene acostumbrado. No ayuda, en este aspecto, las limitaciones que tiene Eisma para el manejo de expresiones faciales, mas bien, pero teniendo en cuenta hacia donde avanza el relato, y sobre todo la dimensión que toma en cierto momento la trama, tampoco importan demasiado estas peculiaridades. No son puntos fuertes del comic pero ni de cerca lo tiran para abajo, de hecho tanto Spencer como Eisma han logrado, ya sea se lo hayan propuesto o por puto azar, dotar a la historia de mucha personalidad, con un uso vertiginoso e impactante del espacio de trabajo y una estructura narrativa que en cierto momento nos deja la misma sensación que cuando absorbemos la obra cumbre sobre el fenómeno Zombie del amigo Kirkman, The Walking Dead: casi tenemos la certeza de que cualquiera puede morir, sin excepción. No sé a ustedes, pero a mí una tasa alta de mortalidad en una historia, cuando no se trata del género superheróico –donde sabemos que hay una puerta giratoria en el cielo- me genera mucha excitación, ansiedad, angustia y miedo, todo junto. Y me encanta que sea así: adoro encariñarme mucho con un personaje y descubrir que le vuelan la cabeza de un tiro, o por el contrario, terminar detestando a otro y encontrarme con que justamente ese malparido hijo de remil puta termina apuñalando mortalmente por la espalda a uno que me caía más que bien. Los sentimientos encontrados que descubrimos en un relato, al menos en mi caso, lejos de causarme rechazo hacia lo que estoy absorbiendo, me solidarizan con el mismo porque desde mi punto de vista la historia se humaniza, y si el recurso se usa con sutileza e inteligencia, tienen en mi un fiel prelado que va a acompañar dicha aventura hasta el final. 

Y si hablamos de finales, este sería el de la reseña de esta semana, esperando ansiosamente volver a encontrarme con ustedes dentro de siete días, acá, en Tierra Freak.
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